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Maternidad? Estas hablando en serio?

Para nadie es un secreto que los roles actuales han cambiado radicalmente. La maternidad es concebida en tonos diferentes, en tiempos diferentes y con enfoques diferentes. Los cambios en las identidades de la mujer actual presentan transformaciones que sin duda inciden en las formas en que esta es asumida respecto al logro de la “plenitud” de ser mujer.
Me atrevería a decir que desde hace algunas décadas las mujeres no enfrentamos la maternidad como un camino obligado que ya está pautado; por el contrario lo vemos como algo que puede complementarse con otros logros en una infinidad de ámbitos que en otras épocas pertenecieron exclusivamente a los hombres.
Las rutinas sociales, la edad y los roles que asumimos nos permiten concebir la idea de tener o no tener hijos porque realmente QUEREMOS hacerlo y no porque DEBEMOS hacerlo. Para no ir muy lejos yo soy un ejemplo tácito del tema. Recuerdo que pensar en casarme o tener hijos distaba muchísimo de lo que quería hacer con mi vida. En la plenitud de mis 20’s solo quería explorar libros, nuevas culturas, música, filosofías de vida, viajes y según yo, vivir la vida sin que alguien dependiera de mi o yo depender de esa persona. Oh sí, así lo veía y hoy día lo entiendo, porque un hijo es un hilo de vida que no se corta jamás, se transforma quizás; pero no lo cortas, por eso, después de unos cuantos años puedo decirlo sin temor a equivocarme, “Un hijo te mantiene conectada a la vida pura, a la esencia maravillosa de la dualidad de la vida, de las sonrisas y las lágrimas, de las emociones fuertes, de los instantes eternos y del amor”.
Yo tuve la fortuna de coincidir con mi esposo en el momento en el que sentimos que podíamos ser padres. En ningún momento empezamos a hacer cuentas de calendario para saber cuándo era conveniente o no, si la luna estaba alineada con los planetas para estar fértil ni mucho menos a ponernos fechas límites o visitar compulsivamente al médico. Todo surgió orgánicamente, yo adopte rutinas más saludables, evite excesos que considere debía evitar y listo… un día me levante como cualquier otro y me di cuenta que ese día empezaría a ver de manera diferente la vida, sin pensarlo hice un check list de todas esas cosas que la vida me había permitido explorar, sufrir y disfrutar, me di cuenta que no iba a dejar de hacer cosas diferentes que llenaran mi vida de retos, por el contrario comenzaría a vivir un abanico de emociones y momentos multicolores que aún no tenía idea que existieran, y entre esos retos me permití escuchar a mi yo interno, a la naturaleza de mi Ser diciéndome que sería Madre… la sensación interna fue extraña pero emotiva.. bueno, si soy honesta tengo que admitir que soy demasiado emotiva, o al menos eso dirían quienes me conocen, ahora, la sensación física fue muchísimo más extraña, no sé cómo describirla, pero era algo cercano a sentir que estaba en otro cuerpo, aunque lo que realmente pasaba, era que en mi cuerpo habitaba un diminuto ser que cambiaría mi Universo y el circundante.
Después de un largo muy largo suspiro me encontré con más cambios de los que imaginaba. La cadencia de mis pasos tomo otra sonoridad, mis caderas estaban más anchas, la piel de mi abdomen parecía no tener límite para estirarse, mis muslos estaban más gruesos, gané peso y odié comer muchas cosas que antes amaba. Pero saben una cosa hermosa? Gané mucho más que eso. Me encontré invadida de una sensación de amor y esperanza incontrolable que no conocía y que no quería controlar, me encontré hablándome a mí misma, bailando conmigo misma, cantando sin pensar en lo espantoso que sonaba mi voz, me encontré acariciándome mi enorme barriga y sin más ni más, recibiendo unas pataditas que me decían eres mi mamá.
Claramente la maternidad cambia las rutinas, te obliga a enfrentar tus miedos y a encontrarte con ese otro yo desconocido hasta para ti misma (interna y externamente). Si la naturaleza de tu cuerpo es benévola contigo, con un poco de esfuerzo tu cuerpo volverá a verse como lucía un año atrás y las marcas de la maternidad quedaran en el recuerdo, pero también puede sucederte como me paso a mí. Mi hijo nació por cesárea y debo confesar que en un principio quería que esa cicatriz desapareciera a punta de masajes y cremas de todo tipo, pero como esa marca se negaba a desaparecer decidí amarla, decidí hacerla parte de mí y sentir que era parte de mi proceso materno, mi abdomen nunca fue completamente plano y después de la maternidad mucho menos, pero eso tampoco me mortificó, porque ahora tenía algo maravilloso en lo cual quería centrar mi energía, y ese era mi hijo. El hijo que el Universo me prestó para continuar con el círculo de vida de la madre tierra.

Me han preguntado que si ha valido la pena ser mamá y mi respuesta es SI.   Mi hijo ha valido toda esta vida y mil más.  El me ayuda a redescubrirme, me permite viajar cuando veo la profundidad de su mirada, cuando siento la tibieza de su abrazo sincero.  Puedo seguir bailando al compás de su silencio o de sus palabras e historias interminables.  Viajamos hasta el futuro y paseamos por el pasado.  Este personaje le ha dado más vida a mi vida y a pesar del temor que me da la incertidumbre de la vida, siento que ser madre ha sido un maravilloso proyecto que se gesta dĂ­a tras dĂ­a, porque ser madre no es parir, ser madre es caminar juntos entregando la esencia del Ser para crecer y aprender el uno al lado del otro.

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